nuestro viñedo

Nuestro viñedo: Suelo. Altitud. Uvas autóctonas.


Nuestro viñedo está a 600 m de altitud, con suelos poco profundos y pedregosos, vientos frescos y uvas que maduran despacio. Incluso en verano, las mañanas aquí son frías, aunque luego el sol aprieta. Estas condiciones salvajes lo marcan todo: la vid y el vino.

Es una tierra antigua. Justo bajo la superficie hay cuarzo y esquisto, obligando a las raíces a buscar hondo. No regamos, dejamos que la planta encuentre su camino. Las uvas —Trincadeira, Arinto, Roupeiro— son todas de aquí. Cada gota sabe a este lugar.


La altitud y las mañanas frías ayudan a que nuestros vinos mantengan su frescura, su acidez viva y su elegancia natural —como la montaña misma.

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Más que viñas

Aquí también hay castaños y encinas enormes, y árboles frutales que cuentan historias antiguas. Es un lugar donde la naturaleza y la gente se encuentran.
Después de trabajar entre las cepas, nos sentamos bajo las encinas, compartimos comida casera, abrimos una botella y vemos cómo cambia la luz sobre los riscos.
Desde aquí se ve la Serra Fría —esa columna de piedra que antes separaba España y Portugal. La cruzamos a menudo, y con gusto. Así es la vida en el viñedo: con raíces, con alegría, de verdad.

Un viñedo que sigue el ritmo de las estaciones

Podar entre nieblas de invierno. Ver brotar las yemas bajo la lluvia de primavera. Jornadas largas y doradas de verano limpiando las cepas. Luego, la calma intensa de la vendimia.
El viñedo tiene su propio ritmo —lento, físico, cercano. Trabajamos con las manos. Aprendemos de las plantas.

Cultivamos de forma natural —por respeto

Nada de herbicidas. Nada de fertilizantes químicos. Solo compost, plantas de cobertura y confianza.
Para nosotros, cultivar de forma natural es cuidar el suelo, observar el entorno, y trabajar con él, no contra él. El resultado: vinos que saben a lo que son —sin aditivos, sin máscaras.